28.1.07

El Mimo Dance y su interview


Catalogado como “personaje nocturno” (ciertamente, la vaguedad de ese término ayuda apenas a intuirlo), el Mimo Dance da cuenta de su existencia en Occidente en las postrimerías del siglo XIX. Escandalosamente ligado, por la prensa mundial de aquel entonces y por la actual, a prácticas legalmente condenables en muchas partes del mundo, este ser con apariencia de orador en trance, deambula por la Tierra recogiendo eco de sus habituales prácticas.

Basado en destrezas tomadas de los antiguos aztecas y apoyado en su noción sobre los ritos chamánicos de los primeros americanos (incluyendo a la Corriente del Norte que a sus primeros pobladores que llegaron por el estrecho de Alaska, hoy desaparecido), este ser se establece como un interlocutor no tradicional para aquellos que buscan llegar a las alturas.

Habituado a la oscuridad, se mueve en ella con perturbadora comodidad. Si bien, la particularidad de sus movimientos agrava sus rasgos, no le quita cierta gracia encubierta que maneja a discreción. El Mimo Dance consiguió un lugar en la historia gracias a un poco pulido pero efectivo estilo de juego nocturno.

Muchos se preguntaron por años dónde podrían encontrar semejante ejemplar. La leyenda del mismo, se sabe, es de extendida trayectoria. Para desilusión de miles y sorpresa de varios, todos han tenido la oportunidad de cruzarse e incluso compartir escenas con él. Pero su presencia, para unos cuantos, ha pasado inadvertida. Tan afecto a los ritmos cadenciosos como estridentes, siempre ha encontrado lugar en cualquier festividad de turno.

Una facilidad asombrosa

Con un adiestramiento ancestral practica su rutina de tal manera que nunca falla. Para quiénes tienen la chance de compartir este prodigioso momento interpretan en sí mismos un cambio sustancial, aseguraron varios testigos directos de su ceremonia. Quizás las descripciones y las experiencias físicas varíen de acuerdo a las latitudes por lo que el hilo conductor del ritual en su forma in-sistencial se refleja en la experiencia de quiénes participan del mismo.

Lo cierto es que la ola mundial que propagó su cultura (con el tiempo se convertiría en una) se elevó a fines de los ´60, cuando el New Age hacia su aparición en escena. No tan lejos de estar relacionado con esta corriente, en cierto modo comparte los canales de difusión para llegar a sus fieles.

Emparentado con las costumbres de varias tribus africanas, sobre todo las que quedaron al margen de la conquista británica del Continente Negro, el Mimo Dance recurre a los compases rítmicos para definir su filosofía.

Con el horizonte en la mira

Empecinado en comparecer ante todas aquellas “personalidades” que por algún motivo (desde ya, no tradicional) han dejado o dejan su huella en la existencia colectiva, el no tan afamado como reconocible Maremostro logró su mano a mano con el descrito personaje.

Este dignatario de los desposeídos (en correcto sentido de la palabra) deambuló por todo el globo al acecho de un encuentro con aquellos sujetos confiado en que esa era su meta en esta vida. Sin mayor inspiración que la de verificar la autenticidad de sus pergaminos fue un optimista de la búsqueda. Cada historia escuchada sobre las (dudosas) proezas y los, ciertamente inauditos, poderes de quiénes han levantado un grado de sombra sobre la tierra fueron materia de estudio para el devenido visionario.

El famoso meeting

En cierta playa de arenas transitadas una mañana se distinguió de todas las demás. Recién subido a su mangrullo, tras expulsar a banderazos a una gaviota, un trasnochado guarda-vidas dio el parte de alerta. Las brasas de lo que había sido una gran fogata más el retumbar de unos tambores que se alejaban bastaron para determinar que algo había ocurrido en aquel lugar.

Tras descender a la arena para verificar el hecho quedó absorto por un momento para luego retornar a su puesto de vigía, tomar su mochila y desaparecer. Nunca más se lo vería por la zona.

Después de consultar los escritos del historiador Hermendo Yánez ( sus relatos son verosímiles pero no siempre ciertos) la revelación del misterioso hecho quedó dilucidada. En el clímax de la fiesta que celebraba la cuarta luna creciente del nuevo año y el acercamiento de la Tierra a Marte (sólo se produce cada 400 años) apareció en escena el Mimo Dance.

Su indisimulable silueta y sus particulares movimientos atrajeron la atención a algunos en la celebración (un total de 400 invitados) que rápidamente descubrieron a su autor. Sabedor de que la presencia del MD cabía dentro del espectro especulativo (en realidad Maremostro se mandó solo, sin más) el profeta se apersonó al mitin para comparecer ante el buscado individuo.

Para Yánez, el cronista portugués que traduce en caracteres los hechos de la historia de Maremostro, este capítulo finalizó sin el esperado encuentro. “Ya que nadie pudo atestiguar nada al otro día de la celebración”, especuló en el prefacio de “Crónicas maremostreanas”, su cuarto libro. Sólo el mar, testigo imperturbable de la escena, podría corroborar o negar tal aseveración.